lunes, 20 de junio de 2011

Relato oscuro de la noche: Malditas guerras

Estoy acostada escuchando un poco de rock. Llenando de basura mis oídos, como diría mi padre. Adoro estar así, descansando, luego de un largo día en la universidad. Todo parecía ir bien, el aire afuera estaba fresco y hoy vi sonreír a muchas personas, cosa que me llena de una especie de paz. 
Hay un olor extraño que empieza a meterse por la ventana. Parece humo. Trato de no prestarle mucha atención. Siento voces en la sala, están algo agitadas. Salgo y está mi prima comentando que en el centro de la ciudad hay un caos total. Instantáneamente se despierta mi alma de periodista y la caigo a preguntas. No logré escuchar mucho cuando vemos, en el televisor, la noticia que jamás hubiera querido ver. 
Empieza la tensión y el ambiente se torna totalmente insoportable. Escucho voces en la calle, la gente está angustiada. Mi celular empieza a sonar. Mensajes vienen y van. La palabra que más resalta es "huye". 
Las puertas ya están cerradas y la radio parece que va a explotar. Yo, no puedo apartarme de la ventana. Quiero salir, vivir lo que está sucediendo pero mi familia no me deja. Se escucha, a lo lejos, una explosión. Mi corazón se pone como una hormiga. 
Se oyen gritos, llanto y hay mucho humo. No pasan muchos minutos cuando empiezan los disparos. Caigo al piso, protegiéndome, protegiendo a mi familia. La impotencia no cabe dentro de mí. 
Cesan los disparos pero hay mucha bulla. Los aviones vienen y van. Se escuchan violentos, destruyendo. ¿Realmente estaban destruyendo o defendiéndonos? No lo sé, no me importa. 
Me asomo por un pequeño hueco de la ventana y veo sangre, mucha sangre en las aceras, mucha gente muerta y algunos aún agonizan. Mis lágrimas parece que también quisieran huir de lo rápido que corren por mis mejillas. 
Entre la gente caída alcanzo a ver rostros conocidos. Mi amiga de la infancia, la mejor amiga de mi madre, el chico que me enviaba cartas sin firma, sin saber que yo sabía perfectamente el autor y la vecina que nunca combinaba su ropa. ¿Eso qué importa ahora? Están muertos. Murieron sin saber el por qué.
Alguien golpea tan fuerte nuestra puerta que la abre de par en par. Su rostro está cubierto y su ropaje verde está teñido de rojo. Porta una gran arma en su mano derecha y siento que me mira fijamente. Estoy inmóvil frente a él, mientras mi familia grita sin parar.
Poco a poco levanta el arma y me apunta... se oye un fuerte ruido y al abrir los ojos veo a mi mamá frente a mí, preguntándome por qué no abría la puerta del cuarto si golpeó tan fuerte.
Mi alma vuelve a mi cuerpo... Todo fue un sueño.
¡Malditas pesadillas!
¡Malditas guerras!

Por: Yasdelia Mongua.
@Yasde

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