lunes, 30 de mayo de 2011

Relato oscuro de la noche: Padre e hijo

Viví desde muy pequeña en aquel apartado pueblito. Todas las familias parecían ser normales, todas menos una. Mis vecinos, Santiago y Diego, parecían ser hombres distantes, solitarios, con una dura historia.
Santiago, el padre de Diego, perdió a su esposa cuando éste nació. Desde ese momento, según las doñas, todo cambió. Diego creció sin amor, todas las noches su padre llegaba ahogado en alcohol y lo golpeaba hasta dolerle la mano. Sólo tenía un refugio: el violín.
Cada noche, pasadas las ocho, se escuchaban distintas melodías, todas con gran carga de tristeza, provenientes de la ventana de Diego. Padre e hijo no se dirigían la palabra, creo que incluso nunca se miraron.
Para esa época había muchos conflictos políticos, los cuales desataron una cruel guerra que no tuvo compasión de nadie. Una noche, una horrible explosión nos despertó y corrí, junto a mi familia, hasta el sótano de nuestra casa.
Hubo muchos disparos, explosiones, gritos, llanto y olor a sangre. Se oían correr caballos furiosos y el aire casi nos faltaba. Al amanecer, todo fue quedando en calma, el olor a muerte y humo se tornaba insoportable.
De pronto, todo fue silencio, un silencio tan infernal que asustaba aún más que los disparos. Una melodía empezó a escucharse, tan triste como el paisaje mismo que sólo reflejaba muerte.
Salí poco a poco del sótano para encontrarme con aquel cuadro que me marcó para siempre. Había mucha gente en el piso, mucho humo, muchos escombros. Al salir a la puerta veo a Diego, arrodillado, tocando el violín, llorando y con fuerzas apenas para sostenerse.
Frente a él se encontraba el cadáver de su padre, totalmente teñido de rojo y con un papel en su mano. Una fuerza mayor a mí hizo que me acercara y tomara aquel papel, el cual destrozó mi alma.
Sólo tenía una frase escrita:
"Diego, hijo… siempre te he amado.
 Santiago."

Por: Yasdelia Mongua.
@Yasde

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