Ana Gravito fue una mujer que en vida era muy buena amiga, hija y hermana. Como ella era estéril, Dios le dio muchos sobrinos. Es increíble pero cuando el Señor nos llama, nos llama.
Esta mujer empezó con dolores y dolores de cabeza, cuando ya no aguantó fue al médico y le dijeron que era un simple dolor.
Ana se fue para su casa y se calmaba los malestares con pastillas, pasaron los días y el sufrimiento aumentaba. Se volvió a realizar los exámenes y no le diagnosticaban nada.
Era sábado, día que Ana pasaba en familia, pero de repente empezó a gritar, con las manos en la cabeza. Sus sobrinos, como pudieron, la llevaron a la clínica, pues todo fue en vano, cuando Ana entró en brazos de su sobrino al centro privado, carecía de signos vitales. En un abrir y cerrar de ojos la calle de la clínica se llenó y Anita, como cariñosamente le decían, cruzó el túnel para la otra vida.
Por: Olga Salón.
@Marola87
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