Al hablar de cuerpos incorruptos muchos pensarán que son políticos, que nunca pusieron en práctica el concepto de corrupción o puede dar a pensar que es el cuerpo del ex presidente Carlos Andrés Pérez que ni muerto descansa en paz. Lo cierto es que para que un cuerpo sea incorrupto mayormente en vida fueron personas que como todo ser humano no fueron perfectos, pero tenían un corazón grande y misericordioso.
El secreto en torno de los cadáveres incorruptos no se ha resuelto todavía de manera satisfactoria. Unos se han conservado de forma deliberada recurriendo a técnicas especiales de embalsamamiento, pero otros se han mantenido intactos accidentalmente. Además, con frecuencia se han preservado frescos en condiciones de humedad y temperatura que suelen favorecer la putrefacción.
En Italia, en el año 1920, se momificó el cadáver de Rosalía Lombardo, una niña de dos años. Según el escritor Mauro Piccoli, el responsable del proceso fue el doctor Solafia, mediante inyecciones de diversas sustancias químicas. Su aspecto actual es extraordinariamente fresco: tiene los ojos cerrados y la piel esponjosa y sonrosada.
Para obtener tales resultados se recurre a la transformación de la grasa en cera cadavérica, algo que se observa también en el fenómeno natural denominado adipocira, que se produce cuando un cadáver se expone a un ambiente de humedad relativa pero estéril. En el Cementerio de los Inocentes de París se descubrieron cientos de cuerpos incorruptos en las fosas comunes donde se almacenaban desde hacía siglos miles de cadáveres apilados. Tras haberse producido la primera fase de saponificación de los tejidos por hidrólisis de las grasas, las partes blandas se transforman en un material de apariencia plástica. Desaparecen las estructuras microscópicas, pero la piel mantiene su elasticidad hasta el punto de parecer curtida.
Por: Olga Salón.
@Marola87
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