El ingeniero Gustavo Carrasco, habitante de Valencia, cuenta que un día por cuestiones de trámites para sacar su licencia de conducir en Chivacoa, estado Yaracuy, tuvo que pasar la noche junto a su abuela.
Llegó cansado del viaje y como debía despertar temprano, Gustavo ya tenía preparado lo que sería su sitio para dormir esa noche, la sala de su abuela. “Me quedé dormido ahí mismo, pero a eso de las dos de la madrugada me desperté”, dijo.
Este chico cuenta que su abuela siempre tiene la costumbre de guindar una hamaca en la sala para pasar el rato. “Vi una silueta meciéndose, pero como estaba dormido aún me levanté para ver si era mi abuela, porque allí no había más nadie.
Gustavo intentó distinguir pero no logró ver quién estaba en la hamaca. El ambiente se puso tenso. “Tenía mucho miedo y me arropé de pies a cabeza”.
El ingeniero comenzó a sentir que alguien se estaba sentando en el mueble donde estaba durmiendo. Por miedo, no habría los ojos. “Alguien me acarició el cabello, pero suave, como a una caricia”, explicó.
El corazón estaba a millón y él lo último que quería hacer era abrir los ojos para descubrir quién estaba asustándolo en ese momento.
No tiene idea de quién pudo ser ni nada, pero está seguro de que no fue un sueño.
No tiene idea de quién pudo ser ni nada, pero está seguro de que no fue un sueño.
Por: Maryelys Bermúdez.
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