Caramelo se fue de fiesta ese sábado. Sabía que su noche estaría llena de música y tragos pero jamás regresaría a casa...al menos no con la misma piel.
Sus amigos pasaron por ella alrededor de las nueve de la noche. Ese carro negro recorrió toda la ciudad, con la música a todo volumen y cuatro personas llenas de ganas de acabar con el mundo, a su manera.
Fueron a una disco recién inaugurada, todo porque dos de sus amigos eran de otra ciudad y querían conocer la movida. Caramelo y su amiga los llevaron a conocer el lugar mientras la mayoría dormía.
Bailaron, rieron, tomaron y se divirtieron a más no poder, tal como lo esperaban. Uno de los chicos estaba interesado en ella. A cada momento le decía piropos, de esos bien dichos...y bien pensados.
Al final de la noche, cuando todos tenían suficiente alcohol en las venas, el amigo de Caramelo se la llevó en el carro a un extraño lugar, totalmente alejado del hotel donde éste se estaba hospedando.
Ella solía ser juguetona y, entre juegos, lo llamó extraño y le pidió que se fueran a otro lugar. Él la besó. Ella se fundió en ese beso. El chico le ofreció un trago y subieron a una habitación bastante sombría. Ella sintió cómo él empezaba a quitarle la ropa.
Eso es lo último que recuerda. Cuando abrió los ojos no sabía cuánto tiempo había pasado. Sintió mucho ardor en los brazos y algo caliente corriéndole por las piernas.
Su "amigo" la tenía amarrada en una silla de metal oxidado. Sus brazos tenían muchas cortadas, las cuales sangraban sin parar y tuvo la peor de las visiones: el chico estaba sentado en el piso, frente a ella, cortando la piel de sus piernas con una hojilla y lamiendo cada una de las gotas de sangre que brotaban.
Por: Yasdelia Mongua.
@Yasde
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