Alfonzo Castro, habitante de Barcelona, se encargaba cada día de acompañar a su padre quien distribuía algunos periódicos a varios kiosko entre Barcelona y Puerto La Cruz.
Por eso su jornada de trabajo comenzaba bien temprano, alrededor de 5:00 de la madrugada. Cuenta Alfonso que como era muy temprano la avenida por donde siempre pasaban siempre estaba despejada.
Para distraerse y no dormirse decidió sacarle conversación a su papá, mientras llegaban al primer kiosko a dejar periódicos. Pero en el camino, a una distancia prudencial vieron a un perro de color negro, con una cadena en el cuello en el medio de la carretera.
Alfonzo alertó a su padre para que no atropellara al animal. El señor mirando por su retrovisor para verificar que no viniesen carros, decidió cambiarse de carril.
Al pasar a la otra vía ya era tarde, pues sólo vieron como el perro se arrojó contra ellos y sintieron como le pasaban el vehículo por encima, escuchando al mismo tiempo la cadena que tenía puesta el animal.
Rápidamente, voltearon a mirar, sorprendidos, pues ellos nunca quisieron matarlo. No encontraron nada, ni rastros de sangre, ni cadena, ni huellas, nada.
De regreso, no había nada en la vía. Ni una seña que dijera que ahí había sido atropellado un animal. Preguntaron a sus vecinos y ninguno tenía un perro con esas características y tampoco vieron algún canino atropellado por lo cual llegaron a una conclusión: era un perro fantasma.
Por: Maryelys Bermúdez.
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